Quizás el mejor modo de comprender la vida de los pueblos nórdicos sea conociendo su
calendario, cómo distribuían su tiempo a lo largo del año y del día cotidiano. Las
fuentes que se tomarán como referencia, serán las islandesas, en particular, lo que
afirma Snorri Sturluson. Por tanto, aunque se hace referencia a latitudes muy elevadas,
se puede considerar que el conjunto de estas poblaciones ha seguido más o menos las
mismas costumbres y se han regido por el mismo modo de división del año.
En el Norte antiguo, no conocían más que dos estaciones o semestres (misseri), que eran
verano e invierno. Otra particularidad, es que no contaban por años el tiempo, sino por
inviernos y no hablaban de días, sino de noches.
El año, el misseri de verano por tanto, comienza a mediados de abril. Es denominado el
mes del cuco "gaukmanadr" o tiempo de la siembra "sad tid", o también tiempo del
trabajo de primavera "varönn", pues existe el término "var" que designa la primavera, lo
mismo que "haust" para el otoño, pero no entran en el cómputo del año.
La nieve ya se ha fundido o le falta poco, los cursos del agua están liberándose de sus
hielos, se comienza, en efecto, a escuchar el cuco en los bosques, es tiempo de sacar a
los pastos el ganado, que ha permanecido confinado en los establos desde hace al menos
seis meses y que no ha podido ser alimentado, con frecuencia, más que con el viejo
heno seco (problema serio que se verá evocado a menudo en las sagas).
El granjero, el "bondi", piensa en sus campos. Los ara; primero fue con un arado común
(ardr) que reemplazará poco a poco, bajo influencias probablemente anglosajonas, por
un arado más moderno y eficaz, de cuchilla y vertedera (plogr). En verdad, fuera de
Dinamarca, del sur de Suecia y de una pequeña parte meridional de Noruega (la actual
Jaeren), las tierras arables son raras en Escandinavia y las labores profundas, imposibles
debido al carácter pedregoso de los suelos. Después el grano se siembra a voleo, como
todavía se ve en el tapiz de la reina Matilde de Bayeux: ante todo cebada, o su variante
temprana, la cebada de invierno o alcacel (que tenían la ventaja de dar una harina
adecuada para hacer pan, y también, fermentadas, permitían la preparación de cerveza),
o avena; muy poco trigo pero, naturalmente, centeno, sobre todo en Islandia.
El suelo
será igualmente con un instrumento bastante primitivo, pero conocido desde hacía
tiempo, puesto que se menciona en uno de los poemas heroicos de la Edda.
No sólo en el campo de trabajo es urgente. Hay que extraer también la turba con layas
cuadradas. Los bloques son amontonados en muretes para que se sequen. Servirán, unos
para calentar las viviendas, otros para formar el revestimiento exterior de los muros de
las casas, o incluso para construir esos mismos muros. No se debe olvidar que, en gran
parte, los países del Norte eran pantanosos. Todavía en la época cristiana una de las
buenas acciones con la que se acreditará al difunto en cuyo honor se erige una piedra
rúnica conmemorativa, será que "hizo un puente" entre tal y tal lugar. Se debe entender
con esto que pavimentó una vía de acceso al interior de un terreno pantanoso o de una
turbera.
Por lo demás, ese será también el momento de cortar la madera, tanto para calentarse
como para las innumerables utilizaciones que se hará de ella, tanto en el dominio
práctico como con fines artísticos.
La madera es realmente el material de base, entra en
la confección de casi todo lo que salía de la industria humana, en parte porque el hiero
no es siempre, ni mucho menos, de calidad suficiente. Es también por eso, por lo que,
lamentablemente, no se ha conservado tantos testimonios de esta cultura como se
desearía. La madera es corruptible y, sobre todo, persa fácil para el fuego.
De todos modos, este comienzo del retorno de la primavera, es un momento de mucha
ocupación, pues es preciso también curar todas las heridas que ha infligido el invierno
siempre largo y con frecuencia muy riguroso. Se repara, por ejemplo, todo lo que ha
sido estropeado por el frío, la nieve, el deshielo de las aguas. Se rehacen las barreras, los
muretes, las majadas. Y una buena parte del tiempo transcurre esparciendo el estiércol
en el campo y en los pastos. Igualmente, hay que pensar en reparar el barco, para la
pesca y, eventualmente, para las futuras expediciones de la primavera.
Hacia mediados de mayo, el ritmo se modifica. Es el "eggtid", período en que se
recogen los huevos de las aves salvajes, que constituyen un alimento muy apreciado.
Esta recogida es a menudo peligrosa, si las aves en cuestión han establecido sus nidos
en las grietas de los acantilados, por ejemplo. Es necesario entonces que el cazador se
descuelgue, suspendido desde lo alto del acantilado de una cuerda a la que imprime un
movimiento de balanceo. Se habla también de "stekkid" (de stekkr, que es la majada de
corderos, porque se desteta a los corderos y se los instala en un lugar especial). O
también de "löggardsönn", momento en que se reparan las "barreras legales", es decir,
las que delimitan un dominio, los campos, etc.
Es un momento agradable. Los terrones y los rigores del invierno están definitivamente
olvidados. Los corderos son objeto de todos los cuidados. Se les libera de su lana de
invierno, mediante el esquileo practicado con cizallas.
Después, más o menos a mediados de junio, será la trashumancia, según un proceso que
se ha conservado muy bien en Noruega. Toda la granja que se precie posee, en la
montaña, una dependencia que puede ser muy importante. Es el "sel", antepasado del
moderno "seter" noruego. Una buena parte de los integrantes de la casa sube allí y allí
pasará un mínimo de dos meses, llevándose consigo los corderos y también algunos
bovinos. Es en el sel donde se fabricarán los productos lácteos de larga conservación.
En las regiones donde esta práctica no es posible, la caza del halcón llega a su apogeo.
Esta ave prosperaba en el Norte, que poseía especies particularmente apreciadas.
Uno de
los documentos más antiguos que poseemos, en francés, y en el que interviene la
palabra "Islandia", refiere precisamente un acuerdo para una entrega de halcones.
Precisemos también, que estos países que viven en estrecha simbiosis con el mar,
practicaban una pesca intensa, que no parece haber sido nunca de altura. Los mares en
cuestión, Báltico, Mar del Norte, tenían peces en abundancia en aquella época. Lo
mismo ocurría, por otra parte, con los ríos y los lagos. Se los pescaba con anzuelo y
también con red. Una buena parte se consumía sin esperar, poniendo el resto a secar en
esos curiosos edificios en forma de V invertida que todavía se ven en Islandia, o bien
apilado en armarios, o en cuartos, por supuesto, una vez secado.
Más intensamente y más preciada también, era la caza de la ballena y los grandes
cetáceos. A decir verdad, se tienen muy pocos ejemplos de caza organizada. En cambio,
sucedía con frecuencia que las ballenas viniesen a embarrancar en la orilla, verdadera
ganga para las gentes del lugar, pues todo el animal es absolutamente aprovechable, de
modo que las leyes deberán ocuparse en ello.
Un capítulo especial que la mayor parte de
los códigos está reservado al "reki": todo lo que viene a encallar en la orilla. En
principio, era el propietario de esa porción de orilla quien tenía el usufructo del reki,
pero los conflictos eran muy numerosos; especialmente el despedazamiento era muy a
menudo un objeto de peleas sangrientas. Digamos también, que pudieron existir
verdaderas estaciones de pesca: una de invierno, una de primavera, sin duda hacia abril
y mayo y, ocasionalmente, una de otoño. Sin embargo, estos datos parecen valer sobre
todo para Islandia.
Hacia mediados de junio comienza el mes elocuentemente denominado "solmanadr",
mes del sol. Está fuera de duda que los escandinavos dedicaron un culto al astro de ldía
desde los tiempos más lejanos. Ahora hay mucho menos trabajo en la granja. Ésa es la
razón por la que dos tipos de acontecimientos muy importantes tienen lugar hacia
mediados de junio.
El primero es de orden público y político: es la reunión del Thing, asamblea de todos los
hombres libres para tomar en común las decisiones de orden legislativo, jurídico y
comercial que interesan a toda la colectividad. Es generalmente entre el 15 y el 30 de
nuestro mes de junio cuando tiene lugar este evento. Puede incluso durar más, según el
tenor de la actualidad, como sucede con el Althing de los islandeses, institución que, sin
embargo, no parece haber tenido equivalente en otras partes de Escandinavia, pues
Islandia formaba un bloque delimitado por las costas de la isla. A mediados de junio es
cuando regresan los barcos procedentes del extranjero, es cuando vuelven los grandes
viajeros y se hace hablar a los que llegan. El thing marca uno de los tiempos fuertes de
la vida de la comunidad, pues es el momento y el lugar donde cada uno sale, de alguna
manera, de su celda.
El otro acontecimiento es el momento en que el vikingo se embarca para los grandes
viajes que le llevarán a los confines del mundo conocido de su época y quizás más allá,
sea, para uno de esos periplos en los que alternarán los negocios, transacciones, ventas y
compras y, llegado el caso, las refriegas o los golpes de mano fructíferos. En principio,
parte para aproximadamente tres meses, volverá para asegurar la estación de invierno.
Pero en ocasiones tendrá que pasar esta estación lejos de su casa, aunque no sea la
norma.
El vikingo se marcha para regresar. Tiene los tres meses de primavera para hacer
fortuna.
A mediados de julio entramos en un momento capital, el "heyannir", el mes en que se
siega el heno, faena fundamental, pues es necesario asegurar la supervivencia del
ganado durante los largos meses de invierno en que permanecerá encerrado, ya que no
es posible dejarlo fuera para que busque por sí mismo su alimento. Durante casi dos
meses, todos los integrantes de la casa segarán, rastrillarán, harán los almiares y meterán
el heno en el granero después de secado. Se requieren todos los brazos disponibles,
comprendidos los de los huéspedes que están de paso, aunque sean mujeres. Ese trabajo
supera en cantidad y, por supuesto, en calidad, a la cosecha propiamente dicha que, en
principio y para Snorri Sturluson justificaría el nombre de "kornskurdarmanadr",
literalmente, el mes en que se corta el grano, que lleva el mes siguiente, desde mitad de
agosto a mitad de septiembre, por tanto. En realidad, la denominación, sin duda más
antigua, de "tvi manadr" (mes doble), que se aplica por consiguiente al período que va
de mitad de julio a mitad de septiembre, indica bastante bien la confusión de las dos
tareas fundamentales, la siega del heno y la recolección.
Mediados de septiembre: haustmanadr, literalmente, mes de otoño. Es también el final
del misseri de verano. Hay mucho que hacer. Ante todo reunir al ganado, especialmente
los corderos, que se han dispersado a veces hasta distancias considerables. Han sido
marcados antes de que se los deje ir y habrá que reunirlos en el aprisco público o "rett"
y separarlos allí, operación que no siempre transcurre de manera pacífica, ni mucho
menos, antes de recogerlos. Después se procederá a la matanza, que se efectúa en
función de las necesidades de la casa y se darán los últimos toques a las reservas de
heno, mientras que, para los humanos, se añadirán provisiones de carne salada a las de
pescado seco. En las latitudes altas, se cavan en el suelo agujeros recubiertos de troncos
y se entierra en ellos la carne junto con nieve, que se hiela pronto, con el fin de
congelarla para su conservación.
En realidad, el "mes de otoño" es una especie de balance del año. Es también, en los tres
países continentales, la época de la caza, una de las grandes distracciones conocidas de
aquellos hombres, caza con arco o con venablo, para la que el Norte disponía de perros
especialmente adiestrados. Ayudaban a cazar el alce, el reno, cérvidos de todas las
clases y también el oso, sin hablar de la caza menor.
Islandia no conoció nunca esa
práctica. Pero en todas partes las aves eran igualmente muy estimadas. Se las cazaba en
general con red.
Hacia mediados de octubre comienza el misseri de invierno, el largo período de noche y
de frío tan difícil de soportar incluso hoy día. Estamos en el "gormanadr", que es
ciertamente el más gozoso del año, porque es por excelencia el mes de la convivencia.
Hay carne en abundancia, se ha fabricado buena cerveza; es el momento de recibir. Las
bodas suelen tener lugar para su celebración en las vertrnaetr, las tres noches que
inauguran el invierno, a finales de octubre, aunque no es necesario un matrimonio o un
festín funeral para justificar esta festividad.
Después se vuelven a poner en condiciones todas las construcciones de la granja para
que puedan afrontar los rigores del invierno.
El viento puede soplar terriblemente en
Dinamarca y en Islandia, la lluvia y después la nieve, hacen estragos en el norte de
Noruega y Suecia. Habrá que velar también por las provisiones de combustible, turba o
madera, para el invierno, que instaurará una especie de pequeña muerte, al menos en las
actividades exteriores. Sin duda, será posible patinar y deslizarse, se sacarán los trineos
de largos patines, pero el frío es rudo y las tormentas de nieve son, a menudo,
mortíferas.
Los meses que siguen reciben nombres muy antiguos, cuyo sentido no se termina de
captar: "frermanadr" o "ylir", a partir de la mitad de noviembre, "hrutmanadr" o
"mörsugr" o también "jólmanadr" (reconocemos aquí el nombre de jól, moderno jul,
nuestra Navidad), que comenzaría en la mitad de diciembre, después, hacia mediados de
enero, "thorri", y un mes después, "goi". Thorri y goi remiten probablemente a
divinidades arcaicas de la fertilidad y fecundidad o de la vegetación, teniendo las
aplicaciones a los dos meses más duros del año un valor evidentemente propiciatorio.
Queda "einmanadr", hacia mediados de marzo, que cierra el misseri de invierno y, de
esta manera, el año tal como lo hemos seguido.
Esta división de los meses corresponde en realidad a las fases de la luna, con el
conocido desfase que de ellas se sigue. Este desarreglo fue compensando, al menos en
Islandia, por la creación de un "sumarauki" "aumento del verano", que debemos
entender como la institución de unos días sobrantes destinados a cubrir el retraso.
Estos meses de invierno pueden manifestar una vida lenta, al menos en lo que concierne
a las actividades del exterior. Pero sin embargo, no son aburridos ni improductivos.
En primer lugar, están todos los trabajos que hay que realizaren la casa y para los que
hasta entonces había faltado tiempo. Trabajos de hilado y tejido, de corte y costura, de
tapicería y bordado, que exigen paciencia y aplicación. Luego están las reparaciones de
herramientas y la preparación de las piezas que entrarán en la confección del barco,
carretillas, trineos, etc. Y después, por la noche, en la velada que es muy larga, se talla
la madera, se la esculpe. Esto dará lugar a los bellos largueros del asiento elevado, o a
los mascarones de proa del langskip, o a decoraciones de todo tipo, como las que se ven
en los diversos objetos encontrados en el barco tumba de Oseberg (Noruega, siglo IX).
En la fragua, los smidr (artesanos) se entregan a su trabajo. Independientemente de la
calidad artística de sus realizaciones, fabrican igualmente cerraduras y llaves de un
ingenio y una complicación sorprendentes.
Se ha demostrado que trabajaban sobre
modelos romanos, pero eso no impide que se necesitara un saber consumado para hacer
aquella cartera de casillas, en la que cada hilera de casillas corresponde a uno de los
principales tipos de moneda que tenían curso en Occidente en esa época, o, todavía
mejor, una extraordinaria balanza de pesar plata picada, de la que se han hallado varios
ejemplares similares, que se podía plegar por completo para su transporte en sus dos
platos semiesféricos, que encajaban uno en el otro para formar una caja que se guardaba
en una bolsa de cuero. También estaban las espléndidas joyas, broches, collares,
pulseras de oro, plata o bronce que, a menudo, parecen llevar el trabajo del metal
precioso al límite de sus posibilidades.
No parece que los meses del misseri de invierno hayan sido particularmente tristes,
desocupados o sombríos. En este largo período tenía lugar oportunamente la gran fiesta
de "Jól". Era el solsticio de invierno, cuya celebración se pierde en la noche de los
tiempos. No es difícil imaginar que en épocas muy lejanas, el terror de no ver nunca
más el sol haya suscitado grandes ritos de propiciación. Todavía en la época vikinga se
hacía para esta ocasión un gran sacrificio (blot), que es difícil saber a quién,
expresamente, se dirigía: bien a esas divinidades oscuras del destino y la fertilidad,
conjuntamente, que se llamaban dises (disir, de ahí disablot, sacrificio a las dises), o a
personajes celestes todavía más enigmáticos, los alfes (alfar), criaturas aéreas tal vez,
antiguas sin duda, que regentaban, aparentemente, las facultades mentales y las
funciones vegetativas y que los textos religiosos las asocian, en pie de igualdad, a las
familias de Ases y Vanes, conocidas normalmente con el nombre más común de "elfos".
El nombre de esta fiesta, "Jól", que es un neutro plural, no se ha aclarado
suficientemente. Su forma indica igualmente una referencia a un colectivo de entidades
sobrenaturales: los dises o los elfos no están, pues, fuera de lugar. En todo caso, se
fabricaba una cerveza especial, "jólaöl", para la ocasión, y en el curso del gran festín
que marcaba esta solemnidad, se consumía la carne del animal sacrificado que era,
normalmente, el caballo o más bien el cerdo engordado especialmente en el prado
cercado sagrado y cuidadosamente atendido que se encontraba delante de la "skali", la
pieza principal de la granja.
Estas fiestas duraban varias semanas. En la época cristiana, la celebración de la Navidad
guardará ingenuamente su recuerdo, puesto que durará hasta el decimotercer día (sueco
trettondagen, Epifanía) después de Navidad.
Por lo demás, no es algo fortuito que los meses que siguen, thorri, que señalaba otro
gran sacrificio, todavía festejado hoy por los islandeses el thorrablot, y el goi, hayan
podido dedicarse a divinidades de la vegetación, tan grande era la angustia provocada
por el frío, la noche y la esterilidad prolongada del suelo.
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