El Heroe

Este humilde Culto escandinavo a los Héroes, la manera nórdica de considerar el Universo ajustándose a él, tiene indestructible mérito para nosotros. Es manera ruda e infantil de reconacer la divinidad de la Naturaleza, la del Hombre; muy tosca, pero cordial, robusta, gigantesca, que evidencia la inmensurable altura a que llegaría este niño cuando fuese hombre; era verdad, no siéndolo ahora. Puede considerarse la semimuda voz de las desaparecidas generaciones de nuestros Predecesores que nos grita desde las profundidades de los tiempos, en cuyas venas corre aún su sangre: Esto es lo que hicimos del mundo, la imagen y noción que nos formamos de este gran misterio, de una Vida y del Universo. No lo despreciéis. Estáis por encima de ello, en el extenso campo de vuestra visión, mas no habéis llegado todavía a la cumbre. La noción que tenéis, aunque más amplia, es parcial e imperfecta, por ser cosa que el hombre no comprenderá jamás, ni en el tiempo ni fuera de él: pasarán miles de años, se intensificará, mas el hombre continuará luchando por comprender parte de ella, porque lo supera, porque no puede comprenderla, pues es infinita



Thomas Carlyle

Orfebres y Artesanos

 
Orfebres y Artesanos.
 
La Orfebrería y el Arte Broncista. El oro y la plata se usaban para hacer joyas y otros adornos para los miembros distinguidos de la sociedad. El oro era más apreciado que la plata, al ser más raro y se adquiría fundiendo joyas y tal vez monedas, procedentes de Europa occidental y oriental. En los siglos que precedieron al período vikingo, llegaron a Escandinavia grandes cantidades de monedas de oro de fines del período romano, particularmente a Gotland y Jutlandia meridional y algunas de ellas pudieron ser usadas por orfebres de la época vikinga para hacer collares y pulseras y también broches, los cuales estaban cargados de adornos con filigranas y granulación. La plata se usaba para damasquinar dibujos en otros metales, especialmente el hierro, como en el hacha de Mammen, y también se usaba para broches, colgantes y cadenas, así como los collares y pulseras de varios patrones peso, que evidentemente servían como forma de pago en una época en que se usaba poco la moneda. Se encuentran sobre todo en tesoros de plata: muchos son llanos y simples, pero otros consisten en hilos de plata trenzados y complejamente retorcidos. Los innumerables desechos de aros troceados, conocidos como plata de corte, que se han encontrado también son una señal de que las transacciones comerciales se pagaban en planta que se pesaba.
 
Los platillos de los comerciantes, usados para pesar trozos cortados de plata, se encuentran a menudo en las tumbas del período vikingo en Escandinavia. Hasta mediados del siglo X, la mayor parte de la plata que entraba en Escandinavia venía de las minas de Transoxiana en Asia central, entonces parte de un gran territorio gobernado por árabes musulmanes, que se extendía desde Bagdad hasta las fronteras de la India. La plata se traía a Escandinavia generalmente en forma de monedas. Éstas se conocen con el nombre de monedas cúficas por la escritura, así llamada por la ciudad de Kufah, en el actual Irak, usada para sus inscripciones y se fundirían. Alguna plata llegó a Escandinavia en forma de joyas elaboradas, como brazaletes de estilo pérmico importados de la región del Volga, en Rusia. A finales del período estos suministros fueron sustituidos por plata procedente de minas de Europa central. Las mujeres y los hombres de las clases inferiores de la sociedad tenían que contentarse con joyas de metales de baja ley, generalmente bronce, a veces dorado con la intención de hacerlo parecer más refinado. Se han encontrado fragmentos de moldes de arcilla usados para fundir bronce en varios lugares, particularmente en Ribe, Hedeby y Birka, que hacen suponer que los broncistas eran sobre todo habitantes urbanos. Tuvieron que ser miembros importantes de la comunidad manufacturera, fabricando no sólo joyas de bronce, sino otros objetos de uso diario, como alfileres y agujas, llaves y cerraduras de cajas. Los miembros ricos de la sociedad recurrían a ellos para que les hicieran monturas decorativas para sus arneses y placas que se ponían en los cofres de madera y similares. En conjunto, sin embargo, sus mercancías no eran de muy buena calidad y probablemente se fabricaban para satisfacer las necesidades de los consumidores locales.
 
La mejor prueba que tenemos de sus métodos de producción proviene de Ribe, donde se han encontrado numerosos restos de talleres de broncistas que se remontan a aproximadamente el 800. Allí y probablemente en otros lugares, los broncistas trabajaban al aire libre, protegiéndose de la intemperie con una frágil protección contra el viento. No se necesitaba mucho mobiliario: una pequeña forja, generalmente un simple hoyo, alimentada con carbón vegetal, en la cual los lingotes de bronce o los residuos se fundirían en crisoles y un hogar adyacente en el que un molde podía mantenerse caliente mientras el bronce fundido se vertía en él. El equipo portátil del broncista consistía en crisoles, moldes, modelos para los productos acabados, pinzas para sujetar los crisoles candentes y pequeñas limas y cinceles para retocar los productos acabados una vez enfriados y liberados del molde. Los crisoles estaban hechos de arcilla templada con arena, para resistir el intenso calor necesario para fundir el bronce. Generalmente eran más o menos cilíndricos, con una pequeña asa cerca del borde que podía agarrarse con las pinzas. Cuando el bronce estaba en estado líquido, el crisol se sacaba de las brasas de la forja con las pinzas. Se necesitaba una mano firme y cuidadosa para verter el metal fundido en el gollete del molde, para asegurarse de que llenara todos los complejos contornos del modelo que se había impreso en la arcilla y para evitar que se formara cualquier burbuja de aire. Entonces se dejaba enfriar gradualmente el molde junto al hogar. Cuando el metal que estaba dentro se había enfriado y solidificado, el molde se quitaba del hogar y se rompía para que revelara su contenido. El broche o la placa recién vaciada se retocaba entonces, limando cualquier metal excedente y en esta etapa se podía añadir un adorno adicional. Si el objeto tenía que dorarse, también se hacía en ese momento.
 
Los trozos rotos del molde simplemente se solían tirar al suelo alrededor del hogar. Se han encontrado miles de trozos desechados en excavaciones, que proporcionan indicios de cómo se hacían los moldes. Se estampaba un modelo, a menudo un broche verdadero o si no un prototipo especialmente fabricado, en una loseta o arcilla preparada, o se aplicaban delgadas capas de arcilla sobre su superficie, para hacer un patrón. Entonces se vertía cera líquida en el patrón, que se sacaba cuando estaba fría y rígida. Se podían hacer varias copias de cera idénticas a partir de un patrón. La parte superior del molde se hacía presionando arcilla alrededor de la copia de cera y calentándola. Según se iba derritiendo la cera, el dibujo que llevaba quedaba en la arcilla endurecida. En la cavidad hueca del molde se colocaba un trozo de tela de lana cubierto de cera y más arcilla presionada encima, para formar el fondo. Se calentaba todo una vez más y cuando la cera ya se había derretido, se separaban las dos mitades y se quitaba la tela. Entonces se volvían a juntar las dos partes del molde y se cubrían con una mezcla fina de arcilla y agua, para fijarlas juntas firmemente. Se colocaría el molde en el hogar, para calentarlo antes de verter el bronce fundido en la cavidad dejada por el tapón de tela. Eso evitaba que se resquebrajara con el calor del metal fundido. Con este método se podían hacer muchos artículos idénticos a partir de un solo patrón. Uno de los adornos de bronce más comunes era el broche ovalado y se han encontrado cientos de ellos en tumbas de mujeres de clase alta que datan de los siglos IX y X. Estos broches no se llevaban simplemente como adornos, sino que eran parte integrante de la indumentaria de una mujer de alta posición social y se llevaban uno en cada hombro para sujetar el vestido. Por lo tanto, se hacían al menos dos de cada tipo, pero se han encontrado tantos que tenían idénticos dibujos, que se puede suponer que se producían prácticamente en masa. No obstante, aunque un broncista particular pudo haber sido especialmente hábil en fabricar un tipo de objeto concreto, los hallazgos en los talleres de Ribe muestran que habría sido capaz de dedicarse a prácticamente cualquier cosa que requiriera el vaciado en bronce. Fabricación de Abalorios. Los abalorios de vidrio también se hacían por millares. La mayoría de las pruebas provienen de las ciudades o centros mercantiles de los siglos VIII y IX (Ribe, Ahus, Paviken y Kaupang) y los métodos empleados siempre eran idénticos.
 
El vidrio de los vasos que al principio se importaban de Renania, proporcionaban la materia prima (culero) a partir de la cual se hacían los abalorios y pequeños cubos de vidrio de colores vivos, a veces cubiertos con pan de oro, se añadían para lograr distintos tonos y matices. Estos cubos de vidrio o tesserae, estaban probablemente hechos en el norte de Italia, para ser usados en los mosaicos religiosos. Proporcionan una prueba gráfica de las distancias que se recorrían transportando mercancías en aquella época. También se importaban toscos terrones de vidrio azul que se usaban en este oficio. Lo mismo que los broncistas, los fabricantes de abalorios probablemente trabajaban al aire libre. Su equipo también era sencillo: un hogar, varas de hierro para formar los abalorios y varios platillos de metal. El culero se fundía en el hogar y luego un pequeño trozo de vidrio derretido se trasladaba a una vara metálica. A ésta se la hacía girar mientras el vidrio se solidificaba ligeramente antes de hacerlo rodar sobre una superficie plana para formar un abalorio cilíndrico o esférico, el cual se desprendía de la vara para endurecerse. En esta fase se podían aplicar hilos de vidrio coloreado para hacer abalorios policromados y se usaba una técnica más compleja para fabricar mosaicos de abalorios, que incluía la fusión y luego el corte de barras de vidrio multicolores. Los talleres de los fabricantes de abalorios pueden reconocerse por los escombros que rodean los hogares; gotas y delgados hilos de vidrio de distintos colores, que cayeron al suelo durante el proceso de fabricación. También se han descubierto algunas varas de hierro. En Paviken, en Gotland, una vara todavía tenía sujeto un abalorio; el vidrio pudo haberse enfriado y endurecido antes de que se pudiera desprender de la barra. También se hacían abalorios con otros materiales, sobre todo con ámbar, los trozos de resina de pino fosilizados de color naranja y leonado que se recogían en las playas del mar Báltico y en cantidades mucho menores de la costa del mar del Norte, en Jutlandia. Aunque una gran parte se enviaba por mar a los mercados occidentales, muchos abalorios tallados de ámbar han sido encontrados en tumbas del período vikingo. También se tallaban en ámbar las piezas de juegos, colgantes y amuletos. Fabricación de Peines.
 
Los peines se encuentran en grandes cantidades en todos los pueblos de la época vikinga que se han excavado y también son corrientes en las tumbas. Todos los rangos de la sociedad tuvieron que poseerlos: algunos tienen un adorno sumamente hermoso, entre los más admirables incluso tenían incrustaciones de bronce, y otros son bastante sencillos. A juzgar por el número de peines encontrado, los vikingos parece haber llevado un peine con ellos en todo momento y haberlo usado y perdido a menudo. Los fabricantes de peines eran artesanos muy diestros y especializados que siempre tendrían un mercado boyante para sus mercancías. La fabricación de peines se hacía principalmente en ciudades y se ha encontrado la materia prima con la que se hacían los peines (cornamenta de ciervo en Escandinavia meridional y cornamenta de alce en el norte) junto con peines enteros e incompletos, así como artículos a medio fabricar. Los peines se hacían con varias piezas distintas que utilizaban casi toda la cornamenta. Se tallaban dos placas con largas piezas rectas, se les hacía una cresta ligeramente curva y se decoraban con dibujos geométricos. Luego se fijaban una a cada lado de una serie de placas rectangulares más finas y finalmente éstas se limaban en dientes. Cualquiera que sea el material usado, los peines de la época vikinga son muy similares tanto en la forma como en el método de fabricación y ejemplares prácticamente idénticos han sido hallados en casi todo el mundo vikingo, desde Dublín en el oeste hasta Novgorod en el este. Esto ha hecho suponer que los peineros eran artesanos itinerantes, que viajaban de un sitio a otro para fabricar y vender sus mercancías allí donde estaban solicitadas.
 
 Estilos artísticos.
Los vikingos eran muy aficionados al adorno. Todos sus artefactos, incluyendo sus barcos y sus casas, estaban densamente envueltos en el agitado movimiento de decoración, tomando a menudo la forma de animales muy estilizados. Los estilos artísticos muy característicos que favorecían fueron el resultado de lo que hubo antes, pero durante la época vikinga se incorporaron influencias extranjeras, produciendo diseños muy originales de forma típicamente escandinava. Las influencias europeas no llegaron a dominar hasta la llegada del cristianismo y los últimos estilos vikingos fueron sustituidos por el arte románico de la Europa occidental. La mayor parte de nuestra información sobre el arte vikingo proviene de los objetos que se enterraron en las tumbas. Por lo tanto, tenemos una imagen bastante unilateral, ya que las cosas que han sobrevivido son principalmente de metal o de piedra. Sólo unos pocos ejemplares de tallas de madera y tejidos adornados se han conservado fortuitamente para señalarnos que los joyeros no eran los únicos artistas y artesanos que fabricaban artículos espectaculares. Con fines de estudio y comparación, el arte de los vikingos ha sido clasificado por los expertos en diferentes estilos, cuyos nombres derivan del lugar donde se descubrió por primera vez un objeto que llevara el motivo específico o grupo de motivos que identifica ese estilo en particular. El hermoso y bárbaro arte de los vikingos puede disfrutarse y apreciarse por sí mismo. (Véase el texto: El Arte Vikingo, para mayor información sobre estilos).

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